Las Dos Tunicas: una historia tradicional
LAS DOS TUNICAS: una historia tradicional.
Esta historia antigua y tradicional muestra cómo una pequeña idea, deseo o pasión crece en el corazón y en la mente, --hasta transformarse en una cadena de acciones-- y en una realidad poderosa y que a veces nos atrapa.
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Hace mucho tiempo en India medieval, un hombre soltero y joven decidió probar la simplicidad de la vida. Aunque era comerciante (hoy diríamos emprendedor-empresario) creyó que su vida era complicada. Había cumulado cierta fortuna como para vivir el resto de sus días tranquilo, casi sin gastos. Como quería llevar una vida sencilla, creyó que solo necesitaba soledad y paz y ninguna preocupación.
Por ello decidió retirarse del mundo a un lugar lejano en Los Himalayas.
Estaba decidido a llevar una vida santa y simple. Buscó un maestro que le enseño Yoga y en un tiempo prudente, creyó tener la destreza para sentarse con las piernas cruzadas. Luego busco otro maestro d e meditación, quien le enseño a observar su mente.
INSTRUCCIONES PODEROSAS
Armado de este equipo de excelentes instrucciones, se fue a la montaña. Llevó solo su única túnica, pues no necesitaba más para vivir en la simplicidad. Seguro que no le faltaba nada y muy animado comenzó a meditar sentado en silencio en una caverna que era fresca en verano y moderadamente frío en invierno.
Todo marchó bien por cinco días. Sus cereales y provisiones le bastaron, tomaba agua de un estero y creyó estar “viento en popa” hacia una vida simple y la santidad.
Pero luego de una semana, bajó a la aldea a comprar provisiones y creyó prudente comprar otra túnica de algodón, blanca, para tener un “repuesto” fresco con que cubrirse cuando la que tenía se le ensuciara con la traspiración y el polvo.
Volvió a su caverna y todo anduvo bien. Dejó la otra túnica de algodón en el suelo y siguió sentado con las piernas cruzadas meditando. Su mente comenzó a aclararse, su paz se incrementó y se dijo a si mismo que era bien afortunado. Las cosas salían mejor que lo planificado. Ese día por el atardecer noto que la otra túnica estaba carcomida. Se sorprendió, pero lo dejo pasar. Unas horas después antes del crepúsculo, noto que un ratoncito entraba subrepticiamente a su cueva y se comía un poco del algodón de su segunda túnica.
¡Aha! Se dijo “te pillé” “in fraganti”, pero al tratar de atrapar al ratón este escapó.
“Bueno” se dijo “es solo un pequeño mordisco, pasara” y se fue a dormir sobre unas pocas hojas y matas de arbustos que le servían de cama.
A la mañana siguiente energizado comenzó a meditar y noto que la segunda túnica tenía un hoyo, carcomido---seguramente---por la voracidad del ratón que quizás vino d e noche. Eso lo irritó. Se levanto un rato y puso unas piedras para tapiar al entrada, labor en la que gasto unas horas y le hicieron transpirar.
Se sentó de nuevo a meditar, esta vez algo molesto que un insignificante roedor, se atreviese a perturbar su calma mental.
Nada paso por dos días, es decir nada desagradable. Pues el ratón no volvió y nuestro amigo renunciante gozo de buena paz. Creyó que las piedras y rocas que puso a la entrada, disuadieron al ratón. Se fue a dormir tranquilo
LOS RATONES Y EL GATO
La mañana siguiente cuando despertó se sorprendió, la mitad de su segunda túnica estaba carcomida. Supuso que los maléficos ratones---parece que eran varios---habían trepado pro las piedras y se festinaban en el algodón de su segunda túnica ya inservible. Esto lo contrario, su mente se agitó. Poner piedras y roca no servia mucho.
Ideó un plan, bajaría a la aldea a comprar un gato, que se encargar de los traviesos ratones. Así lo hizo. En la aldea, compro otra túnica para reemplazar a la inservible, un gato y provisiones, y subió a su ermita, como ermitaño.
En la cueva comenzó a meditar y dejo el gato, pro cuatro días todo fue perfecto. Gozo de paz, y su segunda túnica nueva no sufrió el embate de los ratones. El gato se encargaba de los ratones. Magnifico se dijo “soy un genio, muy astuto” Al quinto día de esto, el gato no cesaba de gritar seguramente por hambre. Esto si ya era un problema. Se irrito, su paz duramente conseguida esta trizada. Ideo otro plan, comprar una buena cantidad de leche.
Bajó a la aldea y compro una vasija y luego leche y una escudilla de greda y subió a su cueva. Con eso tenia leche como para dos semanas. Como la cueva era fresca la leche no se descomponía y el gato bebía la leche una vez al día y cazaba ratones por montones
Nuestro amigo ermitaño creyó haber hallado la solución de sus problemas “Todo bien” se dijo, “soy muy astuto, solucionado el problema”
Solo que a las dos semanas de paz, hubo de bajar de nuevo a la aldea, cosa que no le gustaba nada. Compró sus provisiones y la leche y tuvo que cargar cuesta arriba la vasija con leche para el gato dos semanas.
Pero se había librado de ratones y su túnica lucia inmaculada. Ese día, se la puso. Estaba fresca, radiante y pura y dejo su túnica original para lavarla en el estero donde tomaba agua.
COMPRAR UNA VACA
Meditó varios días en silencio, estaba en paz, los ratones no amenazaban, el gato estaba contento, y disfrutaba de paz. Pero bajar a la aldea cada dos semanas lo distraía, no le gustaba. Ideó otro plan: si tuviera una vaca, esta daría leche, la leche la tomaría el gato, y asunto solucionado.
Bajo a la aldea, compro una vaca, compro leche para el gato y ya no compro más túnicas, tenía al gato y subió a la montaña.
Esta vez si que estaba contento, y creía que tenía TODO, todo controlado: dos túnicas, el gato, leche la vaca y se puso a meditar.
Esta vez cuando se le acabó la leche a las dos semanas, ordeño a la vaca y tuvo mas leche, creyó haber llegado al paraíso.
Nadie ni nada perturbaría su mente, su corazón apacible.
Medito en gran clama y día tras días, su claridad aumentaba, su paz se incrementaba y creía haber conquistado el summum de la meditación. Al parecer no necesitaba nada más.
UNA VACA TRANQUILA
La vaca era tranquila, pero de vez en cuando se alejaba porque comiendo el pasto y las hierbas, se comió todo en dos semanas y comenzó a aventurarse cerro arriba y cerro abajo, buscando más pasto y vegetales.
Nuestro amigo ahora tuvo que dedicar horas a buscarla, arrearla y traerla de vuelta cerca de la cueva y en ordeñarla, le pareció que estaba poniendo stress en su sistema. Se fue a meditar a su caverna y se le ocurrió otro plan.
UNA MUCHACHA CUIDA SU VACA
Decidió contratar a una muchacha que le cuidara la vaca. A la aldea otra vez. Esta vez dejo la vaca, dejo el gato y dejo la túnica arriba y no bajo con la jarra pues ya no la necesitaba transportar. Estuvo en el pueblo dos días hasta que encontró una muchacha hermosa y de buen corazón y le ofreció unas monedas por cuidar la vaca, para que pastara cerca de la cueva y subió a su ermita con la muchacha.
Arriba del cerro, cerca de su cueva, le dijo a la muchacha “esta es la vaca, este es mi gato, tu te ocupas de cuidar que la vaca no se vaya lejos, por favor, ordeña la vaca a diario, pones la leche en esa vasija y alimentas al gato, te compensaré una vez cada dos semanas”
Todo marchó bien, meditó casi tres semanas sin moverse, comiendo muy poco y el y el gato tomaban su leche, la muchacha ordeñaba la vaca y la cuidaba. Perfecto, todo bien y bajo control. Se había librado de tener que bajar a la aldea y todo parecía estar marchando bien.
Su calma se acrecentaba, su lucidez crecía. Pero su mente no estaba del todo tranquila, la mucha le enternecía, le gustaba, así que una vez al día se asomaba para mirarla. Era tan inocente y buena y seguía todas sus instrucciones, que al poco tiempo se enamoro de ella. Comenzó a frecuentarla, y seguía meditando, pero sentía un amor intenso por ella, que luego se transformó en deseo.
Aquí se detuvo y comenzó a calcular. Renunciar a ella le parecía inadmisible. Ignorarla le resultó intolerable. Traicionar sus sentimientos le parecía poco digno.
Así que se dejó llevar por sus sentimientos de ternura y pasión.
Aquí termina nuestra historia. Lo que ocurrió después es previsible.
No es fácil hacerse responsable de algo tan sutil como de un pensamiento de tener “un repuesto” una segunda túnica. Todo comenzó cuando deseó una segunda túnica., Primero los ratones le comieron la segunda túnica. (Hay muchas maneras de verlo, leerlo o interpretar esta experiencia) Luego hubo que comprar un gato, darle leche, comprar una vasija, comprar una vaca y conseguir quien cuidarla.
Escrita por
Gustavo Jiménez Lagos
De una historia tradicional
Diciembre 2008.
Etiquetas: Tunica